S us fundadores, Graciela y Héctor se lanzaron a la búsqueda de una receta que reuniera la repostería inmigrante, lo tradicional del alfajor argentino y el espíritu de la región patagónica. Idearon un alfajor de masa repostera, relleno con dulce de fruta regional y bañado con abundante chocolate, elemento que la tradición turística asoció con la zona fría del país. Y como identificación fundamental, lo nombraron buscando captar en su designación la fuerza de pertenencia a este lugar, tan cálido desde lo humano, tan bello desde lo natural y tan rico culturalmente. “Pillan” nomina en la cosmovisión mapuche a la esencia de los elementos naturales, y “hue” nos habla del “aquí”. Pillanhué, donde habita el Pillán. Desde allí la imaginación de la plástica de Junín de los Andes, Judith Castro, dio forma visible al Pillán. Pronto Pillanhue fue el alfajor de San Martín de los Andes. Luego pasaría a ser el alfajor distintivo del sur patagónico. Muchos otros alfajores fueron surgiendo en la región adoptando el mismo aspecto. La fábrica estaba situada en Villa Vega Maipú, a 10 km del centro de SMA. En esa época de mucha menos densidad poblacional, podía verse desde la ruta el logo identificatorio sobre la pared blanca de la casa fábrica. Al alfajor de fruta se agregó el infaltable de dulce de leche, luego el bañado en azúcar, la torta galesa, los “montañeses” (conitos redondeados), los “cuchufli” (cubanitos rellenos de dulce de leche),